Profecías que se realizaron

Los humanos no pueden predecir el futuro con certeza. Vez tras vez sus predicciones resultan lamentablemente fallidas. Por eso, un libro que tiene profecías que sí se han realizado tiene que atraernos. La Biblia es esa clase de libro.

MUCHAS profecías bíblicas se han realizado tan detalladamente que los críticos han afirmado que se escribieron en fecha posterior al cumplimiento de ellas. Pero esas afirmaciones no son ciertas. Puesto que Dios es omnipotente, es indudable que puede profetizar. (Isaías 41:21-26; 42:8, 9; 46:8-10.) Las profecías bíblicas ya cumplidas son prueba de inspiración divina, no de haberse escrito tardíamente. Ahora consideraremos algunas profecías sobresalientes que se realizaron... lo que acrecienta la prueba de que la Biblia es palabra de Dios, no simplemente palabra del hombre.

El exilio en Babilonia

Ezequías fue rey en Jerusalén por unos 30 años. En 740 a.E.C. fue testigo de la destrucción de Israel, la nación vecina norteña, por Asiria. En 732 a.E.C. había experimentado el poder salvador de Dios, cuando Asiria intentó en vano conquistar Jerusalén, lo que resultó en una catástrofe para el invasor. (Isaías 37:33-38.)

Ahora Ezequías recibe a una delegación de Merodac-baladán, rey de Babilonia. A juzgar por las apariencias, los embajadores están allí para felicitar a Ezequías por haberse recobrado de una grave enfermedad. Pero pudiera ser que Merodac-baladán viera en Ezequías a un posible aliado contra la potencia mundial de Asiria. Ezequías no hace nada que disipe tal idea cuando muestra a los babilonios visitantes toda la riqueza de su casa y su dominio. Probablemente él también deseaba aliados debido a la posibilidad de un regreso de los asirios. (Isaías 39:1, 2.)

Isaías es el profeta sobresaliente de aquel tiempo, y enseguida discierne que Ezequías no ha desplegado perspicacia. Sabe que la defensa más segura de Ezequías es Jehová, no Babilonia, y le dice al rey que el resultado de haber mostrado a los babilonios su riqueza será trágico. “Vienen días —dice Isaías—, y todo lo que hay en tu propia casa y que tus antepasados han acumulado hasta este día realmente será llevado a Babilonia.” Jehová ha decretado: “No quedará nada”. (Isaías 39:5, 6.)

Puede que allá en el siglo VIII a.E.C. no pareciera probable el cumplimiento de tal profecía. Sin embargo, cien años después la situación cambió. Babilonia reemplazó a Asiria como la potencia mundial dominante, mientras que Judá se degradó tanto en sentido religioso que Dios le retiró su bendición. Ahora Dios inspiró a otro profeta, Jeremías, para que repitiera la advertencia de Isaías. Jeremías proclamó: “Traeré [a los babilonios] contra esta tierra y contra sus habitantes [...] Y toda esta tierra tiene que llegar a ser un lugar devastado, un objeto de pasmo, y estas naciones tendrán que servir al rey de Babilonia setenta años”. (Jeremías 25:9, 11.)

Unos cuatro años después de haber dado Jeremías esta profecía, los babilonios absorbieron a Judá en su imperio. Tres años después se llevaron al cautiverio en Babilonia a algunos judíos, y transportaron a su país parte de la riqueza del templo de Jerusalén. Ocho años después Judá se rebeló y fue invadida de nuevo por el rey babilonio, Nabucodonosor. Esta vez la ciudad y su templo fueron destruidos. Toda su riqueza —y con ella los judíos mismos— fue llevada a la distante Babilonia, tal como lo habían predicho Isaías y Jeremías. (2 Crónicas 36:6, 7, 12, 13, 17-21.)

Una obra de consulta, The Archaeological Encyclopedia of the Holy Land, indica que al terminar el ataque babilonio “la ciudad [Jerusalén] había sido totalmente destruida”⁠1. El arqueólogo W. F. Albright dice: “Con la excavación y la exploración del terreno de Judá no solo se ha probado que en sus dos invasiones los caldeos destruyeron completamente los pueblos de Judá, sino que también pasaron generaciones antes de que aquellos pueblos volvieran a ser ocupados; en muchos casos, nunca más en la historia lo fueron”⁠2. Así confirma la arqueología el asombroso cumplimiento de esta profecía.

Lo que esperaba a Tiro

Ezequiel fue otro escritor de profecías inspiradas por Dios en la antigüedad. Profetizó desde fines del siglo VII y en el VI a.E.C.... es decir, durante los años que precedieron a la destrucción de Jerusalén, y después, durante las primeras décadas del exilio de los judíos en Babilonia. Hasta algunos críticos modernos concuerdan en que el libro se escribió alrededor de ese tiempo.

Ezequiel escribió una sorprendente profecía sobre la destrucción de la vecina norteña de Israel, Tiro, que de haber sido amiga del pueblo de Dios pasó a ser su enemiga. (1 Reyes 5:1-9; Salmo 83:2-8.) Escribió Ezequiel: “Esto es lo que ha dicho el Señor Soberano Jehová: ‘Aquí estoy contra ti, oh Tiro, y ciertamente haré subir contra ti muchas naciones, tal como el mar hace subir sus olas. Y ciertamente reducirán a ruinas los muros de Tiro y demolerán sus torres, y sí rasparé de ella su polvo y haré de ella una superficie brillante y pelada de peñasco. [...] Y tus piedras y tu maderaje y tu polvo colocarán en el medio mismo del agua’”. (Ezequiel 26:3, 4, 12.)

¿De veras sucedió eso? Pues bien, pocos años después de haber pronunciado Ezequiel la profecía, Tiro fue sitiada por el rey de Babilonia, Nabucodonosor. (Ezequiel 29:17, 18.) Sin embargo, no fue un asedio fácil. En parte Tiro estaba situada en tierra continental (la parte llamada Tiro Antigua). Pero una porción de la ciudad estaba en una isla como a ochocientos metros (media milla) de la costa. Nabucodonosor sitió la isla por 13 años antes de que al fin esta capitulara.

Sin embargo, fue en 332 a.E.C. cuando la profecía de Ezequiel finalmente se cumplió en todo detalle. En aquel tiempo un conquistador procedente de Macedonia, Alejandro Magno, invadía Asia. Tiro, segura en su ubicación insular, le presentó resistencia. Alejandro no quería seguir adelante y dejar atrás a un posible enemigo, pero tampoco quería sitiar a Tiro por años, como había hecho Nabucodonosor.

¿Cómo resolvió este problema militar? Para llegar a la isla, construyó un puente de tierra al estilo de un malecón, para que sus soldados pudieran marchar sobre él y atacar la ciudad insular. Sin embargo, note lo que usó para construir el malecón. The Encyclopedia Americana informa: “En 332, con las ruinas de la porción de la ciudad en tierra continental, que había demolido, construyó un enorme malecón que uniera isla y continente”. Tras un sitio relativamente corto, la ciudad insular fue destruida. Además, todo detalle de la profecía de Ezequiel se cumplió. Hasta las ‘piedras y el maderaje y el polvo’ de Tiro Antigua fueron ‘colocados en el medio mismo del agua’.

Un viajero del siglo XIX hizo este comentario sobre lo que quedaba de la Tiro de la antigüedad en su día: “El único vestigio que queda de la Tiro original que Salomón y los profetas de Israel conocían son sus sepulcros labrados en la roca de las laderas y cimientos de los muros [...] Hasta la isla que Alejandro Magno convirtió en un cabo al sitiar la ciudad, cuando llenó con tierra el espacio entre ella y la tierra continental, carece de reliquias distinguibles de antes de las Cruzadas. El pueblo moderno, todo comparativamente nuevo, ocupa la mitad norteña de lo que antes era la isla, mientras que ruinas indistinguibles se extienden sobre toda la demás superficie”⁠3.

El turno de Babilonia

Allá en el siglo VIII a.E.C., Isaías, el profeta que advirtió a los judíos que serían subyugados por Babilonia, también predijo algo asombroso: la aniquilación total de Babilonia misma. La predijo gráficamente: “Aquí voy a despertar contra ellos a los medos [...] Y Babilonia, la decoración de reinos, la hermosura del orgullo de los caldeos, tiene que llegar a ser como cuando Dios derribó a Sodoma y Gomorra. Nunca será habitada, ni residirá por generación tras generación”. (Isaías 13:17-20.)

El profeta Jeremías también predijo la caída de Babilonia, lo que sucedería muchos años después. E incluyó un detalle interesante: “Hay una devastación sobre sus aguas, y estas tienen que secarse. [...] Los hombres poderosos de Babilonia han cesado de pelear. Se han quedado sentados en los lugares fuertes. Su poderío se ha agotado”. (Jeremías 50:38; 51:30.)

En 539 a.E.C. terminó el tiempo de la gobernación de Babilonia como la potencia mundial preeminente cuando Ciro, un poderoso gobernante persa, marchó acompañado por el ejército de Media contra aquella ciudad. Sin embargo, Ciro encontró un obstáculo formidable. Babilonia estaba rodeada de muros enormes y parecía inconquistable. También el gran río Éufrates atravesaba la ciudad y era una importante contribución a sus defensas.

Heródoto, historiador griego, describe cómo afrontó el problema Ciro: “Colocó parte de su ejército donde el río entra en la ciudad, y otro grupo detrás de donde sale, con órdenes de marchar hacia la ciudad por el lecho de la corriente tan pronto como el agua bajara lo suficiente [...] Desvió el Éufrates mediante un canal hacia la cuenca [un lago artificial cavado por un gobernante anterior de Babilonia], que entonces era un pantano, y el río se hundió allí a tal grado que el lecho natural de la corriente se hizo vadeable. Entonces los persas que habían quedado a propósito al lado del río en Babilonia entraron en la corriente, tan baja ahora que llegaba hasta la mitad del muslo de un hombre, y así penetraron en la ciudad”⁠4.

Así cayó la ciudad, como habían advertido Jeremías e Isaías. Pero note el cumplimiento detallado de la profecía. Literalmente hubo ‘una devastación sobre sus aguas, y fueron secadas’. Ciro ganó acceso a la ciudad haciendo que las aguas del Éufrates bajaran. ¿‘Cesaron de pelear los hombres poderosos de Babilonia’, como había advertido Jeremías? La Biblia dice —y lo mismo dicen los historiadores griegos Heródoto y Jenofonte— que los babilonios estaban banqueteando cuando los persas atacaron⁠5. La Crónica de Nabonido, una inscripción cuneiforme oficial, dice que las tropas de Ciro entraron en Babilonia “sin combate”, lo que quizás signifique sin una gran batalla campal⁠6. Está claro que los hombres poderosos de Babilonia no le dieron mucha protección.

¿Qué se puede decir de la predicción de que Babilonia ‘nunca sería habitada’ de nuevo? Aquello no se cumplió enseguida en 539 a.E.C. Pero no dejó de realizarse. Babilonia fue el centro de varias rebeliones después de caer, hasta 478 a.E.C., cuando Jerjes la destruyó. Al fin del siglo IV Alejandro Magno quiso restaurarla, pero murió antes de que la restauración hubiera progresado mucho. Desde entonces la ciudad sencillamente decayó. Todavía había personas allí en el primer siglo de nuestra era común, pero hoy todo lo que queda de la antigua Babilonia es un montón de ruinas en Irak. Aunque sus ruinas fueran parcialmente restauradas, Babilonia sería solo una exhibición para turistas, no una ciudad viva y bulliciosa. Su desolación da testimonio de que finalmente se cumplieron las profecías inspiradas contra ella.

La marcha de las potencias mundiales

En el siglo VI a.E.C., durante el exilio de los judíos en Babilonia, otro profeta, Daniel, escribió por inspiración divina visiones notables sobre sucesos mundiales futuros. En una de estas Daniel describe varios animales simbólicos que ocupan en sucesión el escenario mundial. Un ángel explica que estos animales prefiguran la marcha de las potencias mundiales desde aquel tiempo en adelante. De las dos últimas bestias dice: “El carnero que tú viste que poseía los dos cuernos representa a los reyes de Media y Persia. Y el macho cabrío peludo representa al rey de Grecia; y en cuanto al gran cuerno que estaba entre sus ojos, representa al primer rey. Y puesto que ese fue quebrado, de modo que hubo cuatro que finalmente se levantaron en lugar de él, hay cuatro reinos de su nación que se pondrán de pie, pero no con su poder”. (Daniel 8:20-22.)

Esta visión profética se cumplió con exactitud. El Imperio Babilonio fue derribado por Medopersia, que 200 años después sucumbió ante la potencia mundial griega. El Imperio Griego fue encabezado por Alejandro Magno, el “gran cuerno”. Sin embargo, después de la muerte de Alejandro sus generales se disputaron entre sí el poder, y con el tiempo aquel extenso imperio se dividió en cuatro imperios no tan extensos, “cuatro reinos”.

En el capítulo 7 de Daniel una visión parecida hizo ver también lo que había a gran distancia en el futuro. La potencia mundial babilónica fue representada por un león, la persa por un oso y la griega por un leopardo de cuatro cabezas que tenía cuatro alas en la espalda. Entonces Daniel ve otra bestia salvaje, “espantosa y terrible y extraordinariamente fuerte [...], y tenía diez cuernos”. (Daniel 7:2-7.) Esta cuarta bestia salvaje prefiguró al poderoso Imperio Romano, que empezó a desarrollarse alrededor de tres siglos después de haber escrito Daniel esta profecía.

El ángel profetizó esto acerca de Roma: “En cuanto a la cuarta bestia, hay un cuarto reino que llegará a existir en la tierra, que será diferente de todos los demás reinos; y devorará toda la tierra y la hollará y triturará”. (Daniel 7:23.) H. G. Wells, en su libro A Pocket History of the World (Historia universal de bolsillo), dice: “Esta nueva potencia romana que ascendió al dominio del mundo occidental en los siglos segundo y primero a. de J.C. difirió en varios respectos de todos los grandes imperios que hasta entonces habían dominado el mundo civilizado”⁠7. Empezó como república y continuó como monarquía. A diferencia de los imperios anteriores, no fue la creación de algún conquistador por sí solo, sino que fue desarrollándose a través de los siglos. Duró muchísimo más tiempo y controló más territorio que todo imperio anterior.

Pero ¿qué hay de los diez cuernos de esta enorme bestia? El ángel dijo: “En cuanto a los diez cuernos, de ese reino hay diez reyes que se levantarán; y hasta otro se levantará después de ellos, y él mismo será diferente de los primeros, y a tres reyes humillará”. (Daniel 7:24.) ¿Cómo sucedió esto?

Pues bien, cuando el Imperio Romano empezó a decaer en el siglo V E.C., no fue reemplazado inmediatamente por otra potencia mundial. Más bien, se fue desintegrando, dividiéndose en varios reinos, “diez reyes”. Finalmente, el Imperio Británico derrotó a tres imperios rivales: España, Francia y los Países Bajos, y llegó a ser la principal potencia mundial. Así humilló a “tres reyes” el ‘cuerno’ reciente.

Las profecías de Daniel... ¿escritas tardíamente?

La Biblia indica que el libro de Daniel se escribió durante el siglo VI a.E.C. Sin embargo, el cumplimiento de sus profecías es tan exacto que algunos críticos alegan que tiene que haberse escrito alrededor de 165 a.E.C., cuando algunas de las profecías ya se habían cumplido⁠8. Aunque la única verdadera razón para afirmar eso es que las profecías de Daniel se cumplieron, en muchas obras de consulta se da como hecho establecido que el libro de Daniel se escribió en esa fecha tardía.

Sin embargo, contra tal teoría se levantan los siguientes hechos. Primero, se alude al libro en obras judías producidas durante el siglo II a.E.C. (por ejemplo, en el primer libro de los Macabeos). Además, el libro se incluyó en la versión griega Septuaginta, una traducción que se empezó en el siglo III a.E.C.⁠9. Tercero, entre las obras más frecuentes en los Rollos del Mar Muerto están fragmentos de copias de Daniel... y se cree que estos fragmentos son de alrededor de 100 a.E.C.⁠10. Está claro que poco después de la supuesta fecha de la escritura de Daniel ya este libro era ampliamente conocido y respetado: fuerte prueba de que fue escrito mucho antes del tiempo que le asignan los críticos.

Además, Daniel contiene detalles históricos que habrían sido desconocidos para un escritor del siglo II a.E.C. Entre esos se destaca el caso de Belsasar, el gobernante de Babilonia que fue muerto cuando Babilonia cayó, en 539 a.E.C. Las principales fuentes no bíblicas de lo que sabemos sobre la caída de Babilonia son Heródoto (siglo V a.E.C.), Jenofonte (siglos V y IV a.E.C.) y Beroso (siglo III a.E.C.). Ninguno de estos sabía nada sobre Belsasar⁠11. ¡Cuán improbable sería que un escritor del siglo II a.E.C. tuviera información que no hubieran tenido a su disposición aquellos escritores de tiempos anteriores! El relato acerca de Belsasar en el capítulo 5 de Daniel es un argumento convincente a favor de que Daniel escribió su libro antes de que aquellos otros escritores escribieran los suyos *.

Finalmente, hay varias profecías de Daniel que se cumplieron mucho tiempo después de 165 a.E.C. Una de estas, ya mencionada, fue la profecía acerca del Imperio Romano. Otra es una notable profecía que predecía la llegada de Jesús, el Mesías.

La venida del Mesías

Esta profecía se halla en el capítulo 9 de Daniel, y dice como sigue: “Se han fijado setenta semanas de años * para tu pueblo y para tu santa ciudad”; “El Señor ha decretado cuatrocientos noventa años de castigo adicional sobre Jerusalén y su pueblo”. (Daniel 9:24Torres Amat [1925]; La Biblia al Día.) ¿Qué sucedería durante esos 490 años? Leemos: “Debes saber y tener la perspicacia de que desde la salida de la palabra de restaurar y reedificar a Jerusalén hasta Mesías el Caudillo, habrá siete semanas, también sesenta y dos semanas [cuarenta y nueve años más cuatrocientos treinta y cuatro años, BD]”. (Daniel 9:25.) De modo que esta es una profecía acerca del tiempo de la venida del Mesías. ¿Cómo se cumplió?

El mandato de restaurar y edificar a Jerusalén ‘salió’ en “el año veinte de Artajerjes el rey” de Persia, es decir, en 455 a.E.C. (Nehemías 2:1-9.) Para el fin de 49 años (7 semanas de años), gran parte de la gloria de Jerusalén había sido restaurada. Contando los 483 años completos (7 semanas más 62 semanas de años) desde 455 a.E.C., llegamos a 29 E.C. Este fue, de hecho, “el año decimoquinto del reinado de Tiberio César”, el año en que Jesús fue bautizado por Juan el Bautizante. (Lucas 3:1.) En aquel tiempo Jesús fue identificado públicamente como el Hijo de Dios y empezó su ministerio de predicar las buenas nuevas a la nación judía. (Mateo 3:13-17; 4:23.) Llegó a ser el Mesías.

La profecía añade: “Y después de las sesenta y dos semanas [este período de cuatrocientos treinta y cuatro años, BD] Mesías será cortado”. También dice: “Y él tiene que mantener el pacto en vigor para los muchos por una semana; y a la mitad de la semana hará que cesen el sacrificio y la ofrenda de dádiva”. (Daniel 9:26, 27.) En armonía con esto, Jesús fue exclusivamente a “los muchos”, los judíos carnales. A veces predicó también a los samaritanos, quienes creían algunas de las Escrituras pero habían formado una secta separada del judaísmo general. Entonces, “a la mitad de la semana”, después de tres años y medio de predicar, entregó su vida como sacrificio y así fue “cortado”. Esto significaba el fin de la Ley mosaica con sus sacrificios y ofrendas de dádiva. (Gálatas 3:13, 24, 25.) Por eso, por su muerte Jesús hizo ‘que cesaran el sacrificio y la ofrenda de dádiva’.

No obstante, por otros tres años y medio la recién nacida congregación cristiana testificó únicamente a los judíos y, más tarde, a los relacionados samaritanos. Sin embargo, en 36 E.C., al fin de las 70 semanas de años, por dirección divina el apóstol Pedro le predicó a un gentil, Cornelio. (Hechos 10:1-48.) Ahora el ‘pacto para los muchos’ no estaba limitado solamente a los judíos. También se predicó la salvación a gentiles incircuncisos.

Debido a que la nación judía rechazó a Jesús y conspiró para ejecutarlo, Jehová no los protegió cuando los romanos llegaron a Jerusalén y la destruyeron en 70 E.C. Así se cumplieron las demás palabras de Daniel: “Y a la ciudad y al lugar santo el pueblo de un caudillo que viene los arruinará. Y el fin del tal será por la inundación. Y hasta el fin habrá guerra”. (Daniel 9:26b.) Este segundo “caudillo” fue Tito, el general romano que destruyó a Jerusalén en 70 E.C.

Profecía que fue inspirada

De esta manera la profecía de Daniel sobre las 70 semanas se cumplió con notable exactitud. Sí, muchas de las profecías de las Escrituras Hebreas se cumplieron durante el primer siglo, y varias de ellas tuvieron que ver con Jesús. El lugar del nacimiento de Jesús, su celo por la casa de Dios, su predicación, el que lo traicionaran por 30 piezas de plata, el tipo de muerte que se le dio, el que se echaran suertes por su vestidura... todos estos detalles se profetizaron en las Escrituras Hebreas. Su cumplimiento probó sin duda alguna que Jesús era el Mesías, y demostró de nuevo que las profecías eran inspiradas. (Miqueas 5:2; Lucas 2:1-7; Zacarías 11:12; 12:10; Mateo 26:15; 27:35; Salmo 22:18; 34:20; Juan 19:33-37.)

De hecho, todas las profecías bíblicas que tenían que cumplirse se han realizado. Todo ha sucedido exactamente como la Biblia dijo que pasaría. Esto es prueba convincente de que la Biblia es la Palabra de Dios. Tiene que haber habido más que sabiduría humana tras esas expresiones proféticas para que hayan sido tan exactas.

Pero hay otras predicciones de la Biblia que no se cumplieron en aquellos tiempos. ¿Por qué? Porque tenían que cumplirse en nuestro propio tiempo, y hasta en nuestro futuro. Lo confiables de aquellas profecías antiguas nos hace confiar en que estas otras predicciones se realizarán infaliblemente. Como veremos en el capítulo siguiente, eso es precisamente lo que sucede.

Una profecía bíblica que usted ha visto cumplirse

¿Se ha preguntado alguna vez a qué se debe que las condiciones actuales del mundo difieran tanto de las de cien años atrás? Algunas cosas han mejorado. Hoy en muchos países se curan rutinariamente enfermedades que antes eran mortíferas, y la persona media disfruta de un nivel de vida que sus antepasados jamás se habrían imaginado. Por otra parte, en nuestro siglo han ocurrido las peores guerras y algunas de las más horribles atrocidades de toda la historia. La prosperidad del hombre —hasta su existencia— está amenazada por una explosión demográfica, la contaminación y el enorme almacenamiento internacional de armas nucleares, biológicas y químicas. ¿Por qué difiere tanto de los siglos anteriores este siglo XX?

La respuesta a esa pregunta está enlazada con una notable profecía bíblica que usted ha visto cumplirse. Es una profecía que Jesús mismo dio, y que, además de dar prueba de que la Biblia es inspirada, indica que nos acercamos a cambios drásticos en el escenario mundial. ¿Cuál es esa profecía? ¿Y cómo sabemos que se está cumpliendo?

La gran profecía de Jesús

La Biblia nos dice que poco antes de la muerte de Jesús sus discípulos estuvieron considerando los magníficos edificios del templo de Jerusalén; les impresionaban su tamaño y su aparente durabilidad. Pero Jesús dijo: “¿No contemplan todas estas cosas? En verdad les digo: De ningún modo se dejará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada”. (Mateo 24:1, 2.)

A los discípulos de Jesús tiene que haberles sorprendido lo que él dijo. Después ellos se acercaron y le pidieron más información: “Dinos: ¿Cuándo serán estas cosas, y qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?”. (Mateo 24:3.) La respuesta de Jesús se halla en los versículos restantes de los capítulos 24 y 25 de Mateo. Sus palabras se conservan, también, en el capítulo 13 de Marcos y el capítulo 21 de Lucas. Esta fue, sin duda, la más importante profecía que pronunció Jesús mientras estuvo en la Tierra.

En realidad los discípulos de Jesús preguntaban sobre más de una cosa. Primero, plantearon la pregunta: “¿Cuándo serán estas cosas [...]?”, es decir: ¿Cuándo serán destruidos Jerusalén y su templo? Además, querían saber qué señal indicaría que la presencia de Jesús como Rey del Reino celestial de Dios había empezado y que el fin de este sistema de cosas estaba cerca.

En su respuesta, Jesús consideró ambos puntos. Muchas de sus palabras en realidad se cumplieron allá en el primer siglo, durante los años antes de la terrible destrucción de Jerusalén en 70 E.C. (Mateo 24:4-22.) Pero su profecía tendría un significado posterior mayor aún, en realidad en nuestros propios tiempos. Entonces, ¿qué dijo Jesús? Empezó pronunciando las palabras registradas en los Mt 24 versículos 7 y 8: “Se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá escaseces de alimento y terremotos en un lugar tras otro. Todas estas cosas son principio de dolores de angustia”.

Se ve claramente que la presencia de Jesús como Rey celestial se caracterizaría por grandes disturbios en la Tierra. Esto lo confirma una profecía paralela que se halla en el libro de Revelación: la visión de los cuatro jinetes del Apocalipsis. (Revelación 6:1-8.) El primero de estos jinetes representa a Jesús mismo como Rey que sale a vencer. Los otros jinetes en sus caballos representan sucesos en la Tierra que señalan el principio del reinado de Jesús: guerra, hambre y finalmente muerte por varios medios. ¿Vemos cumplidas hoy estas dos profecías?

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