La mayor muestra de amor

      Es cierto que somos imperfectos, pero aun así podemos andar en los caminos de Dios. Además podemos ser sus amigos. ¿Cómo es eso posible? Gracias a la mayor muestra de amor que nos ha hecho: dejar que su Hijo muriera para rescatarnos del pecado y la muerte que heredamos de Adán (lea Romanos 5:12; 6:23). Jesús pasó millones de años en el cielo con su Padre y siempre lo obedeció. Por eso, Dios sabía que en la Tierra haría lo mismo. Como lo ama con todo el corazón, sufrió muchísimo al ver lo mal que lo trataron. Jesús defendió el derecho de Jehová a gobernarnos y demostró que un ser humano perfecto puede ser fiel a su Creador aun en las situaciones más difíciles.

       Como vimos, Jesús defendió con ardor el derecho de Jehová a gobernarnos y fue fiel hasta la muerte. Gracias a eso pudo pagar el rescate que necesitaban los seres humanos para vivir en el nuevo mundo que Dios ha prometido. ¡Qué agradecidos debemos estar! El apóstol Pablo comprendía muy bien el amor que nos tienen Jesús y su Padre. Por eso dijo lo siguiente: “Cuando nosotros los pecadores no podíamos salvarnos, Cristo murió por nosotros. Murió en el tiempo escogido por Dios. En realidad, no es fácil que alguien esté dispuesto a morir en lugar de otra persona, aunque sea buena y honrada. Tal vez podríamos encontrar a alguien que diera su vida por alguna persona realmente buena. Pero aunque nosotros todavía éramos pecadores, Dios nos demostró su gran amor al enviar a Jesucristo a morir por nosotros” (Rom. 5:6-8, Biblia en Lenguaje Sencillo). Por su parte, el apóstol Juan escribió: “Por esto el amor de Dios fue manifestado en nuestro caso, porque Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para que nosotros consiguiéramos la vida mediante él. El amor consiste en esto, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio propiciatorio por nuestros pecados” (1 Juan 4:9, 10).

      Jesucristo mismo dijo: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). Jehová nos quiere tanto que estuvo dispuesto a pagar el precio más alto que existe con tal de ayudarnos, lo cual demuestra que siempre nos amará. Con razón Pablo escribió: “Estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni gobiernos, ni cosas aquí ahora, ni cosas por venir, ni poderes, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra creación podrá separarnos del amor de Dios que está en Cristo Jesús nuestro Señor” (Rom. 8:38, 39).

     Ahora bien, ¿cómo se sintió Jehová el día 14 de Nisán del año 33 E.C. al ver que Jesús era traicionado, que era arrestado por una turba furiosa, que recibía burlas, que le escupían y le daban puñetazos, que lo flagelaban hasta dejarle la espalda hecha jirones, y que lo clavaban de pies y manos en un poste donde sufrió terribles humillaciones públicas? Sí, ¿qué sentimientos le causó que su Hijo amado clamara a él en su agonía, exhalara su último suspiro y, por vez primera desde el principio de la creación, dejara de existir? (Mateo 26:14-16, 46, 47, 56, 59, 67; 27:26, 38-44, 46; Juan 19:1.)

      El dolor que la muerte de su Hijo debió causarle a Jehová, quien tiene profundos sentimientos, nos resulta imposible de expresar. Lo que sí podemos saber es por qué permitió Jehová que ocurriera, por qué estuvo dispuesto a aguantar tal sufrimiento. El Creador nos revela algo maravilloso en Juan 3:16, un versículo tan importante que ha sido llamado el Evangelio en miniatura: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna”. Los motivos de Jehová se resumen en una sola palabra: amor. Nadie jamás ha demostrado un amor tan grande.

Ver Dios se interesa en cada uno de nosotros

Volver                                                      Contáctenos